Hace mucho tiempo en una ciudad de la India llamada Agra vivía la princesa Mirrah a quien llevaron a vivir a la playa para huir de una guerra, lugar en donde fue robada por unos piratas traficantes de esclavos quienes la llevaron a Manila para ser vendida, ahí fue convertida en cristiana y bautizada con el nombre de Catarina de San Juan. Un comerciante que tenía el encargo de conseguir una esclava fue deslumbrado por los grandes ojos negros y la piel morena clara de la niña que no dudó en comprarla enseguida. Pasados varios días llegaron al puerto de Acapulco, en México lugar en donde el comerciante aprovechó para vender a Catarina al capitán poblano, Miguel Sosa, quien andaba buscando una esclava para su esposa Margarita Chávez, así fue como por azares del destino la princesa hindú llegó a vivir a Puebla de los Ángeles.
La belleza y dulzura de Catarina conquistaron el corazón de doña Margarita, quien la vistió con el mismo lujo que acostumbraban hacerlo las damas de la época cuando salían a pasear con las lindas esclavas, además le engalanó con collares y pulseras de perlas y aretes de piedras preciosas, mismas que le fueron regaladas. Un día Catarina fue al mercado y se alegró al ver que vendían paliacates, pues le recordaban su tierra, así que compró algunos para hacerse unas enaguas, como le quedaron cortas les puso un trozo de tela amarilla en la parte de abajo, para alargarlas se veían tan alegres y bonitas que las mestizas se las copiaron.
Una noche falleció el capitán Sosa y doña Margarita decidió darle la liberad a Catarina. Se casó con un esclavo chino que se ocupaba de la iglesia a quien ayudó a conseguir su libertad con la venta de sus joyas, pero quedó viuda, así que se dedicó a socorrer a los pobres, haciendo enaguas para después venderlas. Le fue regalado un chal colorado con lana de cabra que le recordó a su madre y su tierra, mismo que cubrió de lentejuelas para llenarla de luz; cada lentejuela la fijaba con una chaquira de cristal y la diminuta cuenta prendía luminosa sobre la fina lana de rojo escarlata. Con ese chal logró hacer una enagua nunca antes vista, de una belleza tan extraordinaria que entusiasmó a las mestizas, sin saber que al paso del tiempo se convertiría en la pieza clave del traje nacional de las mujeres mexicanas, conocido como VESTIDO DE CHINA POBLANA. La huella que dejó en su niñez la fantasía oriental fue la semilla de la inspiración creadora y del gusto por embellecerlo todo, de una mujer que no era china, ni poblana sino una inolvidable princesa hindú.
Long ago in a city in India called Agra lived Mirrah princess who was taken to live at the beach to escape war , the place where it was stolen by smugglers pirate slave who took her to Manila to be sold , there Christian was converted and baptized with the name of Catarina de San Juan. A trader who was in charge of getting a slave was dazzled by the big black eyes and light brown skin girl who did not hesitate to buy it right away. After several days they reached the port of Acapulco in Mexico place where the trader to sell Catarina took the poblano captain Miguel Sosa , who was looking for a slave to his wife Margarita Chavez, that's how fate would Hindu princess arrived to live in Puebla de los Angeles.
The beauty and sweetness of Catarina won the hearts of Dona Margarita , who dressed in luxury that used to do the ladies of the time when they went for a walk with cute slave , he also adorned with pearl necklaces and bracelets and earrings with stones lovely, same that were given away. Catarina was a market day and was glad to see that sold bandannas because reminded his land , so he bought some to take a petticoat , as I fell short gave them a piece of yellow cloth in the bottom to lengthen it looked so bright and beautiful that they are copied mestizo .
One night the captain died and Margarita Sosa decided to give the Liberate Catarina. He married a Chinese slave that dealt with the church who helped secure his freedom by selling their jewelry, but was widowed , so devoted to helping the poor , making petticoats and then sell them. I was given a red shawl mohair that reminded him of his mother and their land, the same as covered with sequins for fill light , each spangle the fixed with a beaded glass and tiny features lit light on the fine wool scarlet . With that shawl managed to make a petticoat never before seen such an extraordinary beauty that excited mestizo , not knowing that over time would become the cornerstone of the national costume of Mexican women , known as DRESS CHINA POBLANA . The mark left on the eastern childhood fantasy was the seed of creative inspiration and taste for embellishing all, a woman who was not Chinese , but an unforgettable and Puebla Hindu princess.
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